jueves, 21 de abril de 2016

Tareas de Gerardo

Concebido como un manual de descolonización, Para leer al Pato Donald reconstruye la ideología imperialista subyacente en las relaciones entre los personajes de Disney. Para Dorfman y Mattelart, detrás de la máscara del mito Disney se esconde el insoslayable mensaje propagandístico del imperialismo cultural, del capitalismo estadounidense y del mítico ´´American Way of Life´´. Así, las historietas de Disney, más que un entretenimiento infantil, son un manual de instrucciones para los pueblos subdesarrollados sobre cómo han de ser sus relaciones con los centros del capitalismo internacional. Cuando este libro fue publicado en Chile, hacía poco más de un año que la Unidad Popular había asumido el gobierno. En ese contexto, vino a perturbar una región hasta ese momento postulada como indiscutible. Los diarios de la derecha chilena lo leyeron inteligentemente: sus comentarios abandonaron las secciones bibliográficas y ocuparon un lugar en las de política, y la Asociated Press difundió un alarmado cable entre sus abonados del mundo. La indignada reacción de la derecha contra este texto tiene un punto de partida: las publicaciones de la línea Disney son universalmente aceptadas como entretenimiento, valor lúdico que corresponde a pautas permanentes de la ´´naturaleza humana´´ y que, por lo tanto, está por encima de las contradicciones sociales. Para la burguesía, el Pato Donald es inatacable: lo ha impuesto como modelo de ´´sano esparcimiento para los niños´´. De ahí la trascendencia otorgada a este trabajo, donde lo indiscutible se pone en duda: desde el derecho a la propiedad privada de los medios de producción, hasta el de mostrar como pensamiento natural la ideología que justifica el mundo creado a su alrededor. Donald es la metáfora del pensamiento burgués, es la manifestación simbólica de una cultura que articula sus significaciones alrededor del oro y que lo vuelve inocente al despegarlo de su función social.






Resumen el sueño de Walt por Gerardo Garcia

Cuando las hijas de Walt Disney le suplicaron que realizara la película de su libro favorito, Mary Poppins, de P.L. Travers, Walt no dudó en prometerles que lo haría: pero nunca imaginó que le tomaría 20 años cumplirlo. En sus esfuerzos por obtener los derechos, Walt se enfrentó a una hosca e intransigente escritora que no tenía ninguna intención de permitir que su adorada niñera mágica fuera vapuleada por la máquina de Hollywood. Pero cuando las ventas del libro cesan y el dinero comienza a mermar, Travers accede con renuencia a ir a Los Ángeles y escuchar los planes de Disney para su adaptación cinematográfica.








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